En las pinturas rupestres del Paleolítico se
simbolizan animales y líneas. En el Neolítico se representaban animales, seres
humanos, el medio ambiente y manos, representando además el comportamiento
habitual de las colectividades y su interacción con las criaturas del entorno y
sus deidades. Entre las principales figuras presentes en estos grafos
encontramos imágenes de bisontes, caballos, mamuts, ciervos y renos, aunque las
marcas de manos también ocupan un porcentaje importante. Frecuentemente se
muestran animales heridos con flechas. Los motivos y los materiales con que
fueron elaboradas las distintas pinturas rupestres son muy similares entre sí,
a pesar de los miles de kilómetros de distancia y miles de años en el tiempo.
Todos los grupos humanos que dependían de la caza y recolección de frutos
efectuaron este tipo de trabajo pictórico.
En las pinturas rupestres generalmente se usaban uno o dos
colores, incluyendo algunos negros, rojos, amarillos y ocres. Los colores
también llamados pigmentos eran de origen vegetal como el carbón vegetal, de
fluidos y desechos corporales como las heces, compuestos minerales como la
hematita, la arcilla y el óxido de manganeso, mezclados con un aglutinante
orgánico resina o grasa.
Los colores se untaban directamente con los dedos, aunque
también se podía escupir la pintura sobre la roca, o se soplaban con una caña
hueca finas líneas de pintura. En ocasiones los pigmentos en polvo se
restregaban directamente en la pared y asimismo se los podía mezclar con algún
aglutinante y aplicar con cañas o con pinceles rudimentarios. Como lápices se
usaban ramas quemadas y bolas de colorante mineral aglutinadas con resina. A veces
se aprovechaban desniveles y hendiduras de la pared para dar la sensación de
volumen y realismo.
Las cuevas se ubican totalmente bajo el suelo y en
consecuencia se hallan en una oscuridad casi completa. Se cree que los antiguos
artistas se auxiliaban con unas pequeñas lámparas de piedra llenas de tuétano.